domingo, 10 de octubre de 2010

El triste hueso que rehusa el amor

Seguimos con Aleixandre. La carne parece comunicar las almas, trasmitiendo el amor, pero el duro hueso lo rehusa, como si sirviera a recordar el inevitable límite, la "zona triste del ser" que no alcanzamos, que sólo está patente a los ojos de Dios.

"Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor hermoso. (...)

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehusa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-.

Y que una zona triste de tu ser se rehusa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea..."

Vicente Aleixandre, Historia del corazón, Espasa-Calpe, Madrid 1954, 3ª ed., pp. 13-15.

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