viernes, 2 de enero de 2009

De poetas y padres

El poeta trascurre su existencia intentando balbucear el verso que le exprese, el verbo que consiga revelar algo de lo que le quema por dentro, la palabra que logre redimir el tiempo de su caducidad. En la experiencia de la paternidad sorprende Jorgue Guillén la victoria sobre el límite personal. Y a través de los ojos del hijo renueva el asombro ante la realidad. "En el gran fuego inextinguible quemémonos": ¿vitalismo pagano o conciencia cristiana? ¡Quemémonos en el gran fuego inextinguible del amor de Dios, la zarza ardiente que arde sin consumirse!

Para saborear despacio:

"Hijo, resplandor
de mi júbilo
como el verso posible
que busco...

La mirada mía verá
con tus ojos
el mejor universo:
el de tu asombro. [...]

¿Quién eres, quién serás?
Existes. Eres. En tu mundo quedo. [...]

Hijo, vislumbre
de gloria:
cielos redondos ceñirán
tus obras. [...]

No soy mi fin, no soy final
de vida.
Pase la corriente. No es tuya
ni mía.

Hijo, centella
de un fuego:
en el gran fuego inextinguible
quemémonos".

Jorge Guillén, Viviendo y otros poemas, Seix Barral 1958, pp. 43-48

Hacia el infinito nos precipitamos

¿Vivimos encerrados en la cárcel cíclica del tiempo? ¿Somos también parte del ritmo anual de la naturaleza? No se puede negar que respiramos con ella y su renacer nos arrastra, pero... el ser humano está orientado más allá, siempre más allá, al infinito, como dice bellamente Rilke:

"Volvamos a empezar, dice la tierra,
volvamos a empezar,
es mi única probabilidad.
Y de repente la primavera exclama:
¡volvemos a empezar!
Y la actividad por todas partes y la acción,
qué obediencia.
Y el corazón que quisiéramos retener,
de un salto se relanza.
Solamente la tierra que obedece,
sabe bien que gira en redondo,
mientras que nosotros hacia el infinito
nos precipitamos".

Rainer Maria Rilke.