miércoles, 28 de noviembre de 2012

Unidad en la diversidad

¿Cuál es la propuesta de Thibon frente a la metafísica de la separación? Volver a la unidad de la creación salida de las manos de Dios, que no es uniformidad muerta sino amor que mantiene unido lo diverso:

"No queda otro medio de salvación sino retornar a la unidad en la diversidad".

Gustave Thibon, Sobre el amor humano, El Buey Mudo 2010, pp. 9-10.

La metafísica de la separación

Es impresionante cómo Gustave Thibon describe la diferencia entre la unidad de algo vivo y el simulacro de unidad, la uniformidad muerta del mundo moderno:

"La metafísica de la separación es la metafísica del pecado. Pero como el hombre no puede vivir sin un simulacro de unidad, las partes de sí mismo que el pecado disgrega y mata se reúnen después de muertas, no como los órganos de un mismo cuerpo, sino como los granos de arena de un mismo desierto. La separación trae confusión, la ruptura uniformidad. Ya no hay artesanos libres y originales, sino una «masa» de proletarios; ya no hay jefes vivos y responsables, sino trust, oficinas y estados totalitarios; ya no hay parejas de enamorados que se amen con un amor único, sino una belleza estándar y una sexualidad mecanizada".

Gustave Thibon, Sobre el amor humano, El Buey Mudo 2010, p. 10.

Del átomo al ángel

He comenzado a leer un libro de Gustave Thibon (1903-2001), Sobre el amor humano, cuyo título original es Ce que Dieu a uni (1962), que expresa mucho mejor el contenido de las reflexiones del pensador francés. En el prólogo escribe:

"La creación, en su infinita diversidad, forma un conjunto armonioso, y las partes de este conjunto están ligadas entre sí y viven unas por otras. Del átomo al ángel, de la cohesión de las moléculas a la comunión de los santos, nada hay que exista aislado e independiente.

Dios, al crear, une. El hombre –éste es su drama– separa. Rompe con Dios por la irreligión, con sus hermanos por la indiferencia, el odio y la guerra, y con su alma misma por la persecución de bienes aparentes y caducos. Y este ser, separado de todo, proyecta sobre el Universo el reflejo de su división interior; todo lo separa en su contorno. Pone su mano sacrílega sobre los más humildes vestigios de la unidad divina y desmigaja las entrañas de la materia. El hombre atomizado y la bomba atómica se corresponden".

Gustave Thibon, Sobre el amor humano, El Buey Mudo 2010, pp. 9-10.