miércoles, 31 de diciembre de 2008

Shalom

Mañana 1 de enero se celebra la Jornada Mundial de la Paz, mientras piedras y obuses llueven de nuevo sobre Tierra Santa, un triste recordatorio de la convulsa situación del mundo. ¡Qué necesario es abrir de nuevo el corazón al primer canto de la Navidad!:

"El primer cántico navideño de la historia, con en el que se fijó para todos los tiempos el sonido interior de la Navidad, no proviene de seres humanos. San Lucas nos lo transmite como el cántico de los ángeles, que fueron los "evangelistas" de la Nochebuena: gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres, objeto de su amor, a los hombres de buena voluntad.

Este cántico establece un criterio, nos ayuda a entender de qué trata la Navidad. Contiene un término clave que, justamente en nuestro tiempo, mueve a los seres humanos como casi ningún otro: la paz. La palabra bíblica shalom, que traducimos por paz, dice mucho más que la mera ausencia de guerra: afirma el recto estado de los asuntos humanos, el estado de salvación; un mundo en el que reinan la confianza y la fraternidad, en el que no haya temor ni indigencia, engaño ni falsedad.

Paz en la tierra: éste es el objetivo de la Navidad. Pero el cántico de los ángeles presupone un primer elemento sin el cual no puede haber una paz duradera: la gloria de Dios. Ésta es la doctrina de Belén sobre la paz: la paz entre los hombres desciende de la gloria de Dios. Quien se interesa por los hombres y por su salvación debe preocuparse ante todo de dar gloria a Dios. La gloria de Dios no es un asunto privado, que cada uno puede gestionar según sus gustos, sino un asunto público. Es un bien común, y allí donde los hombres no dan gloria a Dios tampoco el hombre a la larga es honrado. La Navidad tiene que ver con la paz entre los hombres justamente porque en ella fue restablecida entre los hombres la gloria de Dios".

J. Ratzinger, La bendición de la Navidad, Herder 2007, pp. 89-90.

El sentido del tiempo

Último día del año. Recojo unas interesantes reflexiones del teólogo Ratzinger, escritas en el ya lejano año de 1974:

"Se concluye un año. Lo cual comporta siempre un momento de reflexión. Se hacen balances, se intenta una previsión para el futuro. Por un instante nos damos cuenta de esa extraña realidad llamada 'tiempo', que en otras ocasiones usamos simplemente sin percatarnos. Mirando hacia atrás los días difíciles resultan transfigurados y el afán, ya casi olvidado, nos permite estar más tranquilos y confiados, más calmados ante lo que nos supera: también eso pasará. Con el año viejo no solamente pasan muchos afanes, sino también algunas cosas bellas y, cuanto más supera una persona la mitad del camino de su vida, con tanta mayor fuerza experimenta el transformarse en pasado de lo que para él una vez fue futuro y presente. No es posible decirle al instante fugaz: ¡Detente, eres tan hermoso! Lo que es tiempo se va, como había venido.Así las últimas horas del año pueden hacernos reflexionar sobre el sentido del tiempo.

El hombre tiene más tiempo. La medicina ha alargado el tiempo del hombre. Pero ¿tenemos de verdad tiempo? ¿O es el tiempo el que nos posee? La mayor parte de los hombres no tiene, en cualquier caso, tiempo para Dios; emplea su tiempo para sí mismo, como cree. Pero ¿tenemos realmente tiempo para nosotros mismos? ¿O no nos falta también éste? ¿Acaso no vivimos sin pensar en nostros mismos? Y sin embargo, el verdadero tiempo del hombre ¿no es aquél que tiene para Dios?... Hay muchas razones por las que ese tiempo, del que ya no dispone, nos engulle y sólo el tener tiempo para Dios nos da tiempo para el hombre y con ello la verdadera libertad".

J. Ratzinger, Dogma e predicazione, Queriniana, 1974.