lunes, 26 de diciembre de 2011

La salida del laberinto

El Papa utiliza una imagen sugerente: estamos en un laberinto, creado por nosotros mismos, y somos incapaces de salir de él. Pero hay una vía de salida, hacia arriba:

"Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio".

Lo más sorprendente es que existe Alguien que escucha, y no sólo eso. Dios no se limita a escuchar: ha entrado en nuestro laberinto, para acompañarnos hacia la salida. No nos ha dado un folleto de instrucciones, sino que ha venido en persona:

"Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración".

Benedicto XVI, 25 diciembre 2011

El gran mal: querer ocupar el puesto de Dios

Sigue diciendo el Papa:

"Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7).

Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos».

Benedicto XVI, 25 diciembre 2011

La mano que Dios tiende a la humanidad

En su mensaje de Navidad el Papa nos recuerda que hay una mano más grande a la que podemos aferrarnos en nuestras dificultades:

"Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto.

Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3)".


Benedicto XVI, 25 diciembre 2011