En el Ángelus de este pasado domingo, comentando el Evangelio, Benedicto XVI describe genialmente la diferencia entre Dios y nosotros:
"La lógica de Dios es siempre 'otra' respecto a la nuestra, según lo revelado por Dios a través del
profeta Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros proyectos son mis proyectos" (Is 55,8). Por ello, seguir al
Señor le exige siempre al hombre una profunda conversión, de todos
nosotros, un cambio en el modo de pensar y de vivir, le obliga a abrir
el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar
interiormente.
Un punto-clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el
orgullo: en Dios no hay orgullo, porque Él es toda la plenitud y está
siempre dispuesto a amar y a dar vida; en nosotros los hombres, sin
embargo, el orgullo está profundamente arraigado y requiere una
vigilancia constante y una purificación.
Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a vernos grandes, a ser los
primeros, mientras que Dios que es realmente grande, no teme abajarse
y ser el último.
Y la Virgen María está perfectamente 'sintonizada' con Dios:
invoquémosla con confianza, a fin de que nos enseñe a seguir fielmente a
Jesús en el camino del amor y de la humildad".
Benedicto XVI
miércoles, 26 de septiembre de 2012
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