viernes, 20 de febrero de 2009

Una visita al observatorio astronómico

Esta mañana he visitado el Centro Astronómico de Yebes (CAY) con algunos amigos universitarios del grupo de trabajo fe-ciencia. Hemos sido espléndidamente recibidos e introducidos en la apasionante investigación que realizan los científicos que allí trabajan. Ante la inmensidad del universo la razón y el corazón se sobrecogen; pero no es menos impresionante la capacidad y el tesón humanos para intentar desentrañar los misterios del cosmos. Nuestra curiosidad era inmensa, las preguntas se agolpaban en nuestras bocas, pero mayor aún era nuestro asombro al pensar en el origen de todo cuanto nos rodea. He recordado el testimonio de un sacerdote que narraba así la reacción de sus jóvenes alumnos tras una visita al planetario:

"De regreso de una visita al Planetario, en la época en que daba clase de religión en Madrid, pregunté a mis alumnos qué les había impresionado más. Llenaron la pizarra de preguntas: no se preguntaban cuántas estrellas o galaxias había, sino quién había hecho todo aquello que habían visto. El espectáculo del cielo estrellado había despertado en ellos la pregunta sobre el sentido de la realidad, como en el poema Canto nocturno de un pastor errante de Asia de Leopardi, el poeta al que don Giussani llamaba “amigo”: «Cuando veo / arder en el cielo las estrellas / pensativo me digo: / ¿Para qué tantas estrellas? / ¿Qué hace el aire infinito, la profunda / serenidad sin fin? / ¿Qué significa esta / inmensa soledad? Y yo, ¿qué soy?»

Julián Carrón, Revista "Huellas", nº 3, 1 marzo 2008.