miércoles, 15 de abril de 2009

Una cita genial de Chesterton

Tras un largo silencio -intensa actividad en torno a la Semana Santa- retomo el blog con una cita de Chesterton que, a mi juicio, ilustra muy bien la naturaleza de la Iglesia, que vive la actualidad del acontecimiento de Cristo y de su resurrección:

"Lo que desconcierta al mundo, a sus sabios filósofos e imaginativos poetas paganos, respecto a los sacerdotes y personas que forman parte de la Iglesia católica, es que todavía se comportan como si fueran mensajeros. Un mensajero no se detiene a considerar o discutir cuál podría ser el sentido de su mensaje; lo entrega tal cual es. No se trata de una teoría o de una suposición, sino de un hecho. El ímpetu de los mensajeros del Evangelio aumenta mientras corren a extender su mensaje. Siglos después, todavía hablan como si algo acabara de suceder. No han perdido la frescura y el ímpetu. Sus ojos apenas han perdido la fuerza de los que fueron auténticos testigos. Es más novedoso en espíritu que las más recientes escuelas de pensamiento, y se encuentra, casi con toda seguridad, a las puertas de nuevos triunfos. Estos hombres sirven a una Madre que parece hacerse más hermosa a medida que surgen nuevas generaciones y la llaman bendita. Muchas veces nos dará la impresión de que la Iglesia se hace más joven a medida que el mundo envejece.

Ésta es la última prueba del milagro: que algo tan sobrenatural se haya convertido en algo tan natural. Quiero decir que algo tan único visto desde fuera pueda parecer universal sólo visto desde dentro. Pero la mente del creyente no siente vértigo; es la de los no creyentes la que lo padece. El misterio está en cómo algo tan sorprendente puede ser tan desafiante y dogmático y, sin embargo, convertirse en algo perfectamente normal y natural.

No me cabe en la cabeza cómo una torre tan frágil podría permanecer tanto tiempo en pie sin un fundamento firme. Y, aún menos, cómo pudo convertirse, cómo se convirtió, de hecho, en el hogar del hombre. La mente católica es la única que permanece intacta frente a la desintegración del mundo. Si fuera un error, no habría podido durar más que un día. Si se tratara de un mero éxtasis, no podría aguantar más de una hora. Sin embargo, ha aguantado dos mil años, y el mundo, a su sombra, se ha hecho más lúcido, más equilibrado, más razonable en sus esperanzas, más sano en sus instintos, más gracioso y alegre ante el destino y la muerte que todo el mundo que no se acoge a ella. Pues fue el alma del cristianismo lo que emanó del increíble Cristo, y el alma del cristianismo era sentido común. Aunque no nos atreviéramos a mirar Su rostro, podríamos contemplar Sus frutos, y por Sus frutos lo conoceríamos".

Gilbert K. Chesterton, Razones para la fe, Styria, Barcelona 2008, pp. 141-142.