sábado, 12 de noviembre de 2011

La realidad en "status nascens"

Recupero una de mis primeras lecturas de Ortega, que hace referencia a la mirada y a la obra poética, que desvela el rostro oculto de las cosas, devolviéndoles su virginidad original, como si acabaran de ser creadas:

"La poesía es eufemismo, eludir el nombre cotidiano de las cosas, evitar que nuestra mente las tropiece por su vertiente habitual, gastada por el uso, y mediante un rodeo inesperado ponernos ante el dorso nunca visto del objeto de siempre. La nueva denominación lo recrea mágicamente, lo repristina y virginiza. ¡Delicia aún mayor que la de crear esta de recrear! Porque la creación donde no había nada pone una cosa; pero en la recreación tenemos siempre dos: la nueva, que vemos nacer imprevista, y la vieja, que recobramos a su través.

Tomada por sorpresa la realidad, herida en el flanco menos guardado y presumible, se entrega absolutamente, siempre en forma de primer amor. Es natural: la poesía vuelve a poner todo en alborada, en 'status nascens' , y salen las cosas de su regazo desperezándose, en actitud matinal, emergiendo del primer sueño a la primera luz".

José Ortega y Gasset

Una simple e infinita correspondencia

En el estudio anterior sobre Kandinsky leo una cita de Hofmannsthal que evoca magistralmente la percepción de la realidad como presencia, el ser vivo de las cosas, de cada cosa, y al mismo tiempo la impotencia para expresar y explicar adecuadamente esta intuición:

"Cualquier criatura, en esos instantes, un perro, una rata, un escarabajo, un manzano seco, un camino de carro serpenteando sobre la colina, una piedra recubierta de musgo, es para mí más que la más bella y apasionada amante en la más feliz de las noches. Esas criaturas mudas y a veces inanimadas saltan a mi encuentro con tal plenitud, con una tal presencia de amor que mis ojos dichosos no pueden encontrar, a todo su alrededor, nada que esté muerto.

Todo, todo lo que hay, todo lo que recuerdo, todo lo que mi confuso pensamiento roza, me parece ser algo. Incluso la misma pesadez, la extraña obtusidad de mi cerebro me parece ser algo; siento en mí y en torno a mí una arrobadora, una simple e infinita correspondencia, y no hay una sola entre las materias contrapuestas en la que yo no sea capaz de trasvasarme. Para mí, es como si mi cuerpo estuviera formado por puras cifras que me lo revelasen todo. O como si pudiéramos entrar en una nueva relación, llena de presentimientos, con todos los seres, como si empezáramos a pensar con el corazón.

Pero, una vez desprendido de mí ese extraordinario encantamiento, ya no sé decir nada de ello; soy entonces tan incapaz de mostrar con palabras sensatas dónde esté esa armonía entretejida en mí y en todo el mundo y cómo me haya hecho sentirla, como de exponer un informe sobre la circulación interior de mis vísceras o los borbotones de mi sangre".

Hugo von Hofmannsthal, Carta a Lord Chandos, Murcia, Arquitectura, 1981, pp. 34-35.

¿Cómo 'traducir' la luz del sol?

Leo un interesante ensayo sobre Kandinsky, el pintor ruso, en el que se habla de la insatisfacción que experimentaban los artistas, de manera especial los pintores, en los años del cambio de siglo -en torno a 1900- por no encontrar el modo adecuado de expresar la realidad, de "traducir" lo real con sus pinceles:

"Insatisfacción, ante todo, por el lenguaje, por su capacidad. Cabe recordar a este respecto la preocupación de Cézanne por 'traducir' mediante signos pictóricos una realidad que, tal como él la veía, se le escapaba en el lienzo. Cézanne no hizo sino aludir una vez tras otra a la insuficiencia de su lenguaje, a la insatisfacción por los resultados obtenidos, lo que le condujo a dejar muchas de sus obras sin terminar. ¿Cómo 'traducir' la luz del sol?, ¿cómo resolver un problema en principio sencillo: la relación entre las figuras y el suelo que pisaban?, ¿cómo pintar la relación entre los objetos y la atmósfera?"

Valeriano Bozal, "Kandinsky, el camino de la pintura abstracta", p. 11, en el catálogo de la exposición Kandinsky, origen de la abstracción, 2003.