viernes, 5 de diciembre de 2008

La claridad es un don

Hoy la liturgia de la Palabra nos ha hablado de la luz y la ceguera. "Aquel día, sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos", dice Isaías. "El Señor es mi luz y mi salvación" rezamos con el salmo. Y en el Evangelio Jesús cura a dos ciegos, abriéndoles los ojos y explicándoles por qué: "Que os suceda conforme a vuestra fe".

El Adviento es tiempo de luz, de peregrinar a la luz de la estrella de la fe, de caminar repletos de dones hasta la claridad de Belén, para recibir el Don. La luz es la gracia, la luz es don.

Esto ya lo intuyen los poetas, y lo expresan magníficamente, como Claudio Rodríguez:


"Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don...

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra".

Claudio Rodríguez, Desde mis poemas, Cátedra 1990 (3ª ed.), p. 33

Nostalgia y esperanza

Adviento, tiempo de esperanza. Pero esperanza no es nostalgia. La esperanza se apoya en el presente para mirar al futuro. La nostalgia tuerce la cabeza hacia atrás. Como dijera bellamente Guitton:

"La nostalgia, esperanza al revés".

Jean Guitton, Diálogos con Pablo VI, Cristiandad 1967, p. 14

Es imposible no creer

Ayer cité en un encuentro una vieja frase del cardenal Danièlou. La transcribo para no olvidarla:

"Es difícil creer, pero es imposible no creer".

Jean Danièlou, El dedo en la llaga, p. 83