viernes, 16 de enero de 2009

La pregunta que me tortura sin tregua

Cada uno de nosotros reconoce en su propia vida cosas hermosas, experiencias satisfactorias, alegrías concretas... entonces, ¿por qué no nos basta?:

"Yo mismo ni siquiera sé ya lo que he venido a hacer en este mundo. Es verdad que trabajo, que doy algunas lecciones, que escribo... Algunos opinan que lo que hago está muy bien; otros, que es absurdo. Un tercero admira sinceramente mi actitud, mientras que el cuarto me considera loco. Y la tierra sigue girando en los espacios, los años van pasando, el cielo se curva sobre nuestras cabezas, implacablemente hermoso. A veces la vida me parece una comedia inmunda.

Pero, ¿y nuestro amor, Cristina mía? ¿Nuestra felicidad y el hijo que va creciendo? Tengo que reconocer que estas son cosas bellas, inmensas, y que dan una gran fuerza. ¿Por qué no logran colmarme de alegría y de felicidad hasta el punto de no dejar lugar a la incertidumbre cruel, a la pregunta que me tortura sin tregua?: ¿por qué existimos?"

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 23-24.

El misterio del alma humana

En un mundo sin certezas la compañía cierta de la persona amada y los objetos familiares son signos amistosos, pero insuficientes. Sigue intacto el misterio del alma humana:

"Las horas mejores, las más hermosas del día son las que pasamos juntos, Cristina y yo, a la noche, en nuestro cuarto, bajo la luz dorada de la lámpara. Los objetos nos rodean como amigos fieles que nos miran benévolos y en silencio. El viejo reloj golpea ese silencio con su tic-tac acompasado. Esta noche hemos continuado la lectura de Los hermanos Karamazov. Ya conocía yo ese hermoso libro, y Dostoievski vuelve a transportarme. ¡Con cuánto vigor sentimos en este escritor el misterio del alma humana, la desolación de la vida, la desesperante búsqueda de una liberación!"

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 23.

¿Vivir como un animal satisfecho?

Vuelvo al diario de van der Meer, Nostalgia de Dios. El autor, aún lejos de la fe, busca un modo -equivocado- de escapar al tormento de una existencia sin sentido. Cuando las preguntas nos desbordan la solución más fácil es intentar censurarlas, pero no funciona:

"Ando errante en mi alma, como un réprobo.

Es mejor no seguir buscando, no reflexionar más, vivir a lo bruto, sin la constante tortura de las vanas preguntas sin respuesta, vivir como un animal satisfecho.

La incertidumbre destroza mi alma. Lo mismo puedo afirmar esto que aquello. Puedo hacer burla de las cosas más sagradas, mancillarlas con palabras o con pensamientos; nada me lo impide. Pero al mismo tiempo que me complazco en estas turbias cavilaciones, aspiro a la pura sencillez de un niño. ¡Oh, el tormento de no saber dónde buscar, dónde encontrar la curación de mi inteligencia y de mi corazón! ¡Bah!, ¡hay que jugar sonriendo con la vida! Es el único medio de escapar a la desesperanza".

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 21.