miércoles, 24 de marzo de 2010

De hombres y maquinas

Leo esta interesante consideración del escultor vasco Eduardo Chillida:

"La computadora puede ser, ya lo es, una herramienta más. Ahora, de ahí a creer, como vosotros, que la máquina os va a sacar del atolladero es una ilusión, porque los únicos que somos capaces de formular una pregunta somos nosotros; las máquinas sólo dan respuestas... El día en que la computadora os haga una pregunta por su propia cuenta, ese día hablaremos..."

Edorta Kortadi Olano, Una mirada sobre Eduardo Chillida, Síntesis, Madrid 2003, p. 31.

martes, 23 de marzo de 2010

Decir verdad

Otra de Chillida:

"Cualquiera que oiga esto que digo dirá: 'Éste siempre dice lo mismo'; pero es que un hombre que dice la verdad siempre dice lo mismo".

Edorta Kortadi Olano, Una mirada sobre Eduardo Chillida, Síntesis, Madrid 2003, p. 42.

domingo, 21 de marzo de 2010

Lo que diferencia al técnico del artista

Estoy leyendo un libro sobre Eduardo Chillida, el escultor vasco. Encuentro esta consideración interesante que no sólo vale para el arte, sino para todo lo importante en la vida, que "acontece", no siendo fabricado por nosotros:

"Eduardo Chillida... se deja guiar completamente por la intuición; en ella considera que radica la diferencia entre un artista y un técnico o un artesano. El técnico ha de conocer perfectamente el resultado de su trabajo incluso antes de realizarlo, pero el artista trabaja buscando, indagando, desconociendo a dónde va a llegar. Si el resultado se conoce de antemano, la obra nace muerta, asegurará el artista".

Edorta Kortadi Olano, Una mirada sobre Eduardo Chillida, Síntesis, Madrid 2003, p. 26.

Hacer temblar el corazón de Dios

En este domingo V de cuaresma hemos escuchado en el Evangelio el pasaje de Jesús y la adúltera. Como en las parábolas de la misericordia (oveja perdida, hijo pródigo...) en estas escenas se nos revela el corazón de Dios. Péguy se preguntaba por qué una oveja debe contar, en la balanza, igual que todas las demás juntas, e incluso por qué ha de importar más habiéndose escapado y creado más problemas. Y responde:

"Extraviándose, aquella oveja, igual que el hijo menor, hizo temblar el corazón de Dios. Dios temió perderla para siempre, verse obligado a condenarla y privarse de ella eternamente. Este miedo hizo brotar la esperanza en Dios y la esperanza, una vez realizada, provocó la alegría y la fiesta. Toda penitencia del hombre es la coronación de una esperanza de Dios".

Charles Péguy

viernes, 19 de marzo de 2010

La paternidad es la imitación de Dios

Un sacerdote, educador de sacerdotes, escribe sobre la paternidad humana y divina. Habla a sacerdotes, pero también a los padres y madres de familia:

"La paternidad es la imitación de Dios. Jesucristo ha revelado la palabra definitiva de la historia, que Dios es Padre y por ello, la esencia del Ser es la paternidad, la huella de Dios en el hombre es constituirse en esta paternidad.

Paternidad significa cuidar del otro, porque Dios es quien engendra y no abandona: Aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo no te abandonaré (cfr. Sal. 27, 10; Is. 49, 15). Por tanto, la paternidad y maternidad carnal y espiritual son la suprema imitación de la presencia de Dios. Son la suprema participación del objetivo por el que existimos.

Paternidad y maternidad se distinguen por razones fisiológicas, psicológicas, históricas. Pero en sentido primigenio se equivalen, porque están aunadas por la misma misión generativa y educativa.

Dios es el que admite al ser y educa al ser. De aquí deriva la misión del Padre. Por tanto paternidad espiritual significa educación. Ahora bien, esta misión Cristo la ha dejado a la santa madre Iglesia. Por tanto nuestra paternidad y maternidad se realizan en la Iglesia: ella engendra los hijos en la fuente bautismal, los alimenta, los educa y los sustenta por medio de los sacramentos, la catequesis, por medio de una pertenencia de los unos a los otros, en la que se desarrolla una vida cotidiana verdadera que es la fuente de la educación.

Los sacerdotes son los siervos de la maternidad y paternidad de Dios y de la Iglesia, son siervos del cuerpo de Cristo. Y este aspecto revela una dimensión decisiva de la paternidad espiritual de que está investido el cura: no es referencia a sí mismos, sino a la Iglesia. La paternidad es conducir a los hijos a la Iglesia, al Cuerpo de Cristo.

En la paternidad espiritual está innato el riesgo que nuestra persona se convierte en pantalla entre aquel a quien encontramos y la vida de la Iglesia. Existe el peligro de que nuestras cualidades, nuestros dones y defectos, lo que somos o podemos parecer, oculte lo que debemos realmente ser; es por tanto importante una clara relación entre la Iglesia y la persona. No debemos inventar nada, sino servir a algo que ya existe; que se renueva, ciertamente, pero que en el tiempo mantiene una continuidad. Debemos enriquecer la Iglesia de una nueva forma: en la Iglesia hay algo nuevo con cada nacimiento, pero este nacimiento es más propiamente una nueva manifestación de lo antiguo. Cada uno de nosotros debe cultivar con gran respeto la tradición de la Iglesia, el río que nos ha llegado y nos ha permitido injertarnos en el".

Massimo Camisasca

José, ejemplo de autoridad

Jesús estuvo sometido a la autoridad de San José. Pero José sabía quién era Jesús, y lo servía con su autoridad. En esto es ejemplo de la autoridad en la Iglesia, de la autoridad de los ministros ordenados. Escribe Orígenes:

"José entiende que Jesús era superior a él mientras le era sumiso, y a sabiendas de la superioridad de su menor, José le mandaba con temor y mesura. Que todos reflexionen: a menudo, una persona de menor valía es colocada por encima de gente mejor que él, y a veces ocurre que el inferior vale más que aquel que parece mandar sobre él. Cuando alguien que ha sido elevado en dignidad comprenda esto, ya no se hinchará de orgullo por su rango más alto, sino que sabrá que su inferior puede ser mejor que él, al igual que Jesús estaba sujeto a José".

Orígenes, Homilía sobre San Lucas, XX, 5, SC p. 287.

La paternidad de José

Hoy celebra la Iglesia la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María:

"Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: Uno solo es vuestro Padre (Mt 23,9). En efecto, no hay más paternidad que la de Dios Padre, el único Creador de todo lo visible y lo invisible. Pero al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, se le ha hecho partícipe de la única paternidad de Dios (cf. Ef 3,15). San José muestra esto de manera sorprendente, él que es padre sin ejercer una paternidad carnal. No es el padre biológico de Jesús, del cual sólo Dios es el Padre, y sin embargo, desempeña una plena y completa paternidad. Ser padre es ante todo ser servidor de la vida y del crecimiento".

Benedicto XVI

lunes, 15 de marzo de 2010

Qué nos hace libres

"No nos hacemos libres por
negarnos a aceptar
nada superior a nosotros,
sino por aceptar lo que
está realmente por encima de nosotros".

Goethe

domingo, 7 de marzo de 2010

La zarza ardiente: Dios y la Iglesia

Hoy escuchamos en la primera lectura del III Domingo de Cuaresma el episodio de la "zarza ardiente", la aparición de Yahveh a Moisés en el monte santo, la revelación de su Nombre, la invitación a descalzarse por hallarse en tierra santa. Recogemos estas palabras del papa Benedicto XVI comentando el pasaje:

Este cuerpo de Cristo que abarca a la humanidad de todos los tiempos y lugares es la Iglesia. San Ambrosio vio su prefiguración en la tierra santa indicada por Dios a Moisés: "Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa" (Ex 3, 5); y allí, más tarde, se le ordenó: "Y tú quédate aquí junto a mí" (Dt 5, 31), orden que el santo obispo de Milán actualiza para los fieles en estos términos:

"Tú permaneces conmigo (con Dios), si permaneces en la Iglesia. (...) Permanece, pues, en la Iglesia; permanece donde me he aparecido a ti; ahí estoy yo contigo. Donde está la Iglesia, ahí encontrarás el punto de apoyo más firme para tu mente; donde me he aparecido a ti, en la zarza ardiente, ahí está el fundamento de tu alma. De hecho, me he aparecido en la Iglesia, como en otro tiempo en la zarza ardiente. Tú eres la zarza, yo el fuego; fuego en la zarza, soy yo en tu carne. Por eso, yo soy fuego: para iluminarte, para destruir tus espinas, tus pecados, y para manifestarte mi benevolencia (Epistulae extra collectionem: Ep. 14, 41-42)".

Benedicto XVI, Discurso a la Conferencia Episcopal de Portugal en visita "ad limina", 10 de noviembre de 2007.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La copia y el original

En un interesante libro, un relato de conversión, leo un buen ejemplo de lo que es la conversión cristiana. No es lograr hacer mejor las cosas, sino mirar a Cristo:

"Recuerdo un viaje a Asís. Fue una vivencia simpática. Ya sabía que es la ciudad de san Francisco; pero lo único que buscaba era un pequeño hotel para dormir, un ambiente agradable para pasear, vino sabroso y un poco de soledad para soñar. La sugerencia para hacer ese viaje me la dio mi amigo Christian, un auténtico pagano. Cuando, después de una noche de viaje, llegué a la estación de Asís por la mañana, me tomé un espresso doble, un tramezzino con atún y me puse lentamente en marcha.

Fui dando un paseo a lo largo de la calle ancha, visité una iglesia inmensa ... y me sentí totalmente decepcionado. No sentí ninguna alegría, ni siquiera curiosidad. La ciudad, probablemente, fuera impresionante, pero a mí no me gustaba y no podía hacer nada. Primero eché pestes de mi amigo y sus recomendaciones y, después, de mí y mi credulidad. Enfadado, me di la media vuelta ... y me eché a reír. Lo que tenía a mi vista era nada menos que un sueño de ciudad.

Allí arriba, sobre el monte, refulgiendo como un cuadro de Cézanne, se alzaba la auténtica, la única Asís. Me golpeé sobre la frente: sencillamente había seguido el camino equivocado. Me había dejado engañar, o me había engañado a mí mismo: tomé la copia por el original. Y no fue especialmente difícil esclarecer el error: solo tuve que darme la vuelta, girar 180 grados, para tener delante de mí justo lo que estaba buscando".

P. Seewald, Mi vuelta a Dios, Palabra, Madrid 2006, p. 94