domingo, 4 de enero de 2009

Un pecado de omisión

Existe una responsabilidad de los católicos -al menos de algunas generaciones- en esta crisis de la inteligencia, de la que hablaba Daniélou:

"Los creyentes han llegado a creer que les basta presentar una faz más complaciente para probar la existencia de Dios y desprecian de buena gana toda reflexión filosófica. Los cristianos han menospreciado demasiado la inteligencia. Con demasiada frecuencia han dejado la cultura en manos de los incrédulos. Indudablemente es éste uno de los grandes errores del cristianismo contemporáneo. El resultado es que espíritus más exigentes no encuentran respuestas a sus interrogantes".

J. Duquesne, citado por Jean Daniélou, El dedo en la llaga, Mensajero 1970, p. 83.

La crisis de la inteligencia

Sigue Daniélou poniendo el dedo en la llaga del origen de ésta y de todas las crisis modernas:

"Hay un drama, que para mí es el único, en el mundo actual. El drama no está en el mundo en sí mismo, que yo considero válido y bueno. Está en una crisis radical, profunda, dramática, de la inteligencia [...] Éste es el drama, el único drama. La crisis del mundo actual es una crisis de la inteligencia, una crisis de la verdad, una crisis del pensamiento".

Jean Daniélou, El dedo en la llaga, Mensajero 1970.

Aceptar el desafío

Crisis, crisis... Es la palabra de moda, tristemente. Crisis financiera, económica, laboral... pero sobre todo crisis de un sistema que ha perdido el contacto con la realidad social, que sólo sabe de progresiones geométricas de ganancias, que no es capaz de mirar el bien común. Lo señala el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Volveré sobre esto, pero hoy quiero citar un texto del cardenal Daniélou que me parece una bocanada de aire fresco en la enrarecida "casa común" del pensamiento actual. La crisis puede ser vivida como un desafío. Pero, ¿seremos capaces de responder a él?:

"Hoy se habla mucho de crisis de civilización. Pero hablar de crisis no es necesariamente hablar de decadencia o de derrumbamiento. Hablar de crisis quiere decir que este mundo en el que vivimos, este mundo en el que nos encontramos fundamentalmente a gusto -me gusta mi tiempo y no me lamento gran cosa de vivir en él-, nos plantea cierto número de interrogantes y nos lanza cierto número de desafíos, lo cual me parece absolutamente saludable [...] El hecho de estar, en este sentido, dentro de una situación de desafío, es perfectamente normal.

Ante un desafío, no se trata de impugnar la legitimidad de las cuestiones que se plantean. Se trata de responder a ellas. Lo propio del desafío es que exige ser aceptado. El drama actual pudiera consistir en que el desafío -perfectamente normal- que se nos lanza, nos encuentre incapaces de responder a él [...]"

Jean Daniélou, El dedo en la llaga, Mensajero 1970, p. 19 ss.