martes, 10 de febrero de 2009

Vinagre o vino generoso

El dolor es una experiencia humana universal, y nunca podrá ser eliminado del todo. Pero sí depende de nosotros que "en lugar de ruina sea parto":

"Lo que Dios sí nos da es la posibilidad de que ese dolor sea fructífero. Empezó haciéndolo fructífero él mismo en la Cruz y así creó esa misteriosa fraternidad de dolor de la que nosotros podemos participar.

El hombre tiene pues en sus manos ese don terrible, esa opción desgarradora, de conseguir que su propio dolor y el de sus prójimos se convierta en vinagre o en vino generoso".

José Luis Martín Descalzo, "Reflexiones de un enfermo en torno al dolor y la enfermedad", en Los enfermos terminales. La unción de enfermos, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001, p. 64.

Acabó convirtiendo el dolor en redención...

Advierte el autor del error de intentar justificar la supuesta bondad del dolor. En sí mismo el dolor es -como decía Theilhard de Chardin- "oscuro y repugnante". Pero hay una posible redención del dolor, como muestra Cristo:

"Me parece a mí que, al hacer esas afirmaciones, se confunden tres cosas: lo que es el dolor en sí; lo que se puede sacar del dolor; y aquello en lo que el dolor puede acabar convirtiéndose con la gracia de Dios. Lo primero es y seguirá siendo horrible. Lo segundo y lo tercero pueden llegar a ser maravillosos...

Cristo mismo lo dejó bien claro en su vida: nunca entonó cánticos al dolor, jamás ofreció florilegios sobre la angustia, no 'fue' hacia el dolor como hacia un paraíso. Al contrario: se dedicó en los demás a combatir el dolor, y, en sí mismo, lo asumió con miedo, entró en él temblando, pidió, mendigó al Padre que le alejara de él y sólo lo asumió porque era necesario, porque era la voluntad de su Padre. Y entonces fue cuando acabó convirtiendo el dolor en redención".

José Luis Martín Descalzo, "Reflexiones de un enfermo en torno al dolor y la enfermedad", en Los enfermos terminales. La unción de enfermos, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001, p. 63.

Explicaciones a medias

Tras las anteriores consideraciones Martín Descalzo señala la necesidad de no cerrar en falso la herida contentándonos con explicaciones parciales del misterio del dolor:

"Será bueno reconocer que sabemos muy poco de la naturaleza del dolor y menos aún de su por qué. Podemos, es cierto, dar algunas respuestas teóricas o intentar resolverlo con mentiras piadosas...

Creo que nosotros, cristianos, debemos ser tremendamente prudentes al intentar responder a estas preguntas que, de hecho, hoy están destrozando el alma de casi media humanidad. ¿Quién puede ignorar que un altísimo porcentaje de crisis de fe se produce, precisamente, al encontrarse con el topetazo del dolor o de la muerte? ¿Cuántos millares de personas -sinceras, honestas- se vuelven hoy a Dios para gritarle por qué ha tolerado el dolor o la muerte de un ser querido, si Él es, como siempre les han predicado, un Padre bueno y cariñoso?

Dar explicaciones a medias es casi siempre contraproducente y sería preferible que, ante estos porqués, los cristianos empezásemos por confesar sencilla y humildemente lo que decía Juan Pablo II en su encíclica sobre el dolor: confesar que el sentido del sufrimiento es un misterio, que somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones".

José Luis Martín Descalzo, "Reflexiones de un enfermo en torno al dolor y la enfermedad", en Los enfermos terminales. La unción de enfermos, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001, p. 60.