jueves, 12 de marzo de 2009

En el profundo silencio...

Intuye el autor que la naturaleza es signo, ocasión de encuentro verdadero con uno mismo y con Dios, pero no hay que hacerse ilusiones: muchos no llegan, ni ante los más bellos paisajes o los espacios más silenciosamente vírgenes, al reconocimiento del Misterio. Hace falta una educación. El silencio sana cuando es la condición para oír lo esencial, cuando es el umbral del Misterio:

"No estoy seguro, pero creo que desaparecería este tormento de mi inquietud si me fuera posible vivir aquí, o en alguna otra parte, envuelto siempre en el profundo silencio que reina en el campo, como en una iglesia".

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 43.

La paz de las horas

Sigue van der Meer, en tono bucólico. Irse al campo...

"Desde hace cuatro días estamos aquí; la paz de las horas es un bálsamo. ¡Cómo me parece de opaca, obscura la vida de las ciudades! ¿Para qué tanta agitación? ¿Por qué no vivir aquí, en medio del esplendor de la naturaleza, lejos de los hombres, en la soledad vasta y plácida?, ¿por qué no observar, atentamente maravillado, el sucederse de las estaciones? Sobre mi alma flota una gran serenidad y atravieso los días como bajo altas bóvedas apacibles. ¡Horas exquisitas las que pasamos sentados bajo un árbol, en la pendiente de la colina, detras del pueblito; desde este punto la vista abarca todo el valle y el ancho arroyo, hasta ir a perderse en la montañas lejanas! La tierra está aquí, delante nuestro, y mi ensueño la abraza como con millares de amorosos brazos..."

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 43.