miércoles, 3 de diciembre de 2008

Escuchando en vivo el Mesías de Haendel

Ayer tuve la suerte de poder asistir a una interpretación del Oratorio "El Mesías" de Haendel. Fue en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid. La primera impresión es de admiración ante la genialidad del compositor que logra, con sus recitativos, arias y coros, conferir una expresividad aún mayor a los textos bíblicos que hablan de la larga espera de Israel, del nacimiento del Verbo, de su pasión, muerte y resurrección, y de su venida en majestad al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos.

The English Concert y English Voices, bajo la dirección de Harry Bicket, cuatro espléndidos solistas y la participación de más de 220 cantantes individuales de varios coros españoles hicieron posible el milagro de hacer revivir la música escrita por Haendel.

Pero junto a la admiración y el disfrute surgía en mí otra consideración: ¿cuántas de las personas asistentes al concierto comprendían aún de manera existencial los hechos y sentimientos descritos en el oratorio? La música es ciertamente bella, alcanzando en ciertos momentos la sublimidad, como en el aria "Yo sé que mi redentor vive" o en "Si Dios está con nosotros"; es grandiosa como en el "Aleluya" o en el coro final que precede al "Amén", pero... el "pathos" que suscita en el oyente ¿incluye el estupor por la verdad histórica de los hechos narrados? Mucho me temo que en gran parte de los casos ya no es así.

Gusta la música y se reconoce el valor mitológico y poético de los textos, pero ya no se cree en su verdad histórica. El Oratorio es -en el mejor de los casos- expresión de una hermosa, pero ingenua, tradición religiosa. En el fondo se piensa que el músico, que no tenía más remedio que componer sobre los temas que le eran dados por el momento cultural y religioso en que vivía, se apoyó en ellos para realizar una obra maestra. Como escribe un crítico del cristianismo: "El Mesías de Haendel es una pintura perfecta del gran mito eclesial". Y sin embargo parece que dijo el propio Haendel: "He creído ver el Paraíso frente a mí y al gran Dios sentado en su trono con su compañía de Ángeles". Una obra inmensa compuesta en tres semanas por un hombre que creía en Dios. Eso es el Mesías.

Nadie está obligado a creer en el "mito eclesial", pero... ¿y si fuera cierto? ¿No sería mil veces más hermoso que la propia música de Haendel?