martes, 20 de enero de 2009

Pálidos hombrezuelos

Evocando la figura de su madre -y haciendo su elogio- van der Meer critica la vida mediocre, enana, de esos "pálidos hombrezuelos" que viven una existencia aburguesada. Duras palabras, pero ciertas:

"Mi madre está con nosotros desde hace unos días. Su presencia me causa profunda alegría. Conozco pocas personas de edad de quienes emane una tan ardiente juventud de corazón, que sean tan capaces de entusiasmo como ella, y que den menos de esos consejos deprimentes y seudosabios con que los viejos quieren volver razonables a los jóvenes.

Mi madre ha sido el centro de mi infancia y de mi adolescencia. Siempre recordaré que ella amplió el horizonte de nuestra vida, al liberarse ella misma, gracias a una lucha tenaz, de la estrecha existencia aburguesada que sofoca todas las aspiraciones elevadas y extensas. ¡Cuál no sería su desprecio ante esos pálidos hombrezuelos cuyo ideal consiste en vivir tranquilamente, sin emociones, sin sacudidas, sin trastornos, en un opaco crepúsculo sin relieve; en quienes el pensamiento, el amor, la ambición, la fe, la virtud, el vicio, en una palabra, todo lo que agita el alma, es pequeño! ¡Sólo su honestidad es inmensa!

¡Y tales individuos realizan el más sublime de sus sueños cuando sus hijos se vuelven miembros útiles de la sociedad, al lograr una posición sólida y bien remunerada que hará de ellos, a la brevedad posible, animales domésticos!

De ella -y también de mi padre- recibí ésta mi absoluta indiferencia por la consideración social. Ella me infundió el desprecio a todo lo mediocre y bajo, a la existencia cautiva y rastrera a lo largo de los años, que va matando toda grandeza: ¡me inculcó el sano anhelo de las cumbres, del aire vivificante de las altas montañas donde reina la soledad! Mi madre buscó infatigablemente la verdad en los hombres y en los libros, pero nada ni nadie ha podido saciar la sed de su espíritu. Su alma pronto se evadió del árido protestantismo. Más tarde se dedicó al espiritismo... estuve a su lado durante sus exploraciones entre los teósofos, ¡esos chinos de la religión! Pero no se detenía en ninguno de esos extraños grupos; comprendía en seguida que la verdad no estaba allí. Hoy día espera y cree. Cree en un Espíritu incomprensible e incircunscripto, que gobierna el universo. Y cuando, como de costumbre, hablamos con ella de temas profundos y serios, suele decirnos con una convicción grave y alegre: Tengo la seguridad de que todo lo recóndito, todos los misterios me serán revelados algún día".

P. van der Meer, Nostalgia de Dios, Desclée de Brouwer, 1948, p. 28-29.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He intentado de seguir un poco tus propuestas de citas del libro de van der Meer y me he enganchado. Voy a ver si lo encuentro por internet en alemán. Muchas gracias por contarnos todo esto que te conmueve.

Georg (Madrid).

Juan Miguel Prim Goicoechea dijo...

Gracias, Georg. Supongo que no te va a ser fácil conseguir el libro, de modo que seguiré con las citas.