sábado, 28 de febrero de 2009

No poner límites al perdón

Sigue el ensayo de Lewis:

"El perdón entre los seres humanos es en parte similar y en parte diferente. Es semejante porque tampoco consiste en disculpar, como creen muchas personas. Cuando les pedimos perdonar un engaño o un abuso, piensan que estamos sugiriendo el hecho de que en realidad no se ha cometido una falta; pero en ese caso no habría nada que perdonar. Los afectados nos dirán: "Este hombre no ha cumplido un compromiso de gran importancia". Eso es lo que deben perdonar (no significa que vayan a creer en él cuando se comprometa nuevamente; significa que deben hacer todo lo posible por eliminar su resentimiento por completo y cualquier deseo de humillar, herir o castigar al ofensor). Existe una diferencia entre esta situación y el hecho de pedir perdón a Dios: admitimos con gran facilidad nuestras propias excusas, pero no juzgamos a los demás con el mismo criterio. Cuando hemos pecado, nos parece que las excusas podrían ser mejores (aun cuando no tenemos certeza); cuando los demás nos ofenden, consideramos excesivas las excusas (aun cuando tampoco tenemos certeza). Por consiguiente, en primer lugar debemos observar con detención si existen circunstancias atenuantes en virtud de las cuales una persona no sea tan culpable como creíamos; pero la perdonaremos aun cuando sea absolutamente culpable, y si el noventa y nueve por ciento de esa culpa aparente puede justificarse en buena forma con excusas, el problema del perdón reside en el uno por ciento restante. No hay caridad cristiana, sino mera justicia, al disculpar lo excusable. Para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros".

C. S. Lewis, El perdón y otros ensayos cristianos, Editorial Andrés Bello, 1998, p. 14.

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