viernes, 26 de diciembre de 2008

Esteban y Cristo

No deja de resultar paradójico que al día siguiente de festejar el nacimiento de Cristo la liturgia católica conmemore el martirio de San Esteban, llamado 'protomártir', es decir, el primer mártir. Pero en realidad el hecho tiene pleno sentido: el nacimiento de Cristo es la condición que hace posible su pasión, muerte y resurrección, los hechos redentores que nos salvan, y el mártir es el testigo de esta victoria de Cristo sobre la muerte. Esteban además reproduce en su martirio los rasgos inconfundibles del "testigo veraz", Cristo: ofrece a todos la buena noticia del evangelio, muere perdonando a sus lapidadores y entrega su espíritu al Padre. Esta estrecha relación entre Esteban y Jesús ya fue señalada por san Fulgencio, obispo de Ruspe a comienzos del siglo VI:

"Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. Ayer nuestro Rey, revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del recinto del seno virginal, se dignó visitar el mundo; hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo. Nuestro Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los que no sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad, por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina... Así, pues, la misma caridad que Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al cielo".

Y un versículo de la liturgia de las horas lo resume con preciosas palabras:

"Ayer nació el Señor en la tierra, para que hoy Esteban naciera en el cielo; el Señor entró en el mundo, para que Esteban entrara en la gloria".

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