domingo, 7 de diciembre de 2008

Al borde de la eternidad

Sigo a vueltas con la percepción del misterio y el umbral que hay en todas las cosas. Escribe San Bernardo de Claraval:

"Los hombres somos como niños que juegan al borde de la eternidad" (San Bernardo).

No he podido localizar la fuente exacta de la cita, pero me atrevo a transcribirla porque ¡es tan expresiva! Jugamos con la vida, nos entretenemos, nos afanamos... al borde de la eternidad; sin verla, sin siquiera intuirla tantas veces. Pero la eternidad está ahí, está aquí, incumbe sobre todas las cosas, como decía la poetisa italiana Ada Negri:

"Sobre cada instante grava el peso de lo eterno" (Ada Negri).

Lo eterno "grava", pesa sobre lo cotidiano, incluso lo aparentemente más banal. Lo eterno es la consistencia de cada cosa, de cada gesto, de cada encuentro. Pero parece que hemos perdido el sentido de lo absoluto o al menos se ha atrofiado:

"Buscamos por doquiera el absoluto y sólo encontramos cosas" (Novalis).

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