El cristianismo es paradójico, o mejor, Dios es paradójico. Es decir, nos sorprende siempre, supera nuestra lógica con la suya, que parece imposible. Nos lo ha recordado de nuevo Benedicto XVI este domingo al comentar así la parábola de la pequeña semilla de mostaza que da origen a la mayor de las plantas:
"Al
partirse [la semilla] nace un brote capaz de romper el suelo, de salir a la luz solar
y de crecer hasta convertirse en 'la más grande de todas las plantas
del jardín': la debilidad es la fuerza de la semilla, el partirse es su
fuerza. Así es el Reino de Dios: una realidad humana pequeña, compuesta
por quien es pobre de corazón, por quien no confía solo en su propia
fuerza, sino en la del amor de Dios, por quien no es importante a los
ojos del mundo; no obstante, a través de ellos irrumpe el poder de
Cristo y transforma aquello que es aparentemente insignificante".
Benedicto XVI, Angelus, domingo 17 de junio de 2012.
lunes, 18 de junio de 2012
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