lunes, 21 de noviembre de 2011

Tiempo de Paraíso

Encuentro en un libro de poemas de Lorenzo Gomis una intuición acertada. El autor compara la vivencia del tiempo antes del pecado original -el tiempo como don- con nuestra experiencia angustiosa y avara del tiempo. Y concluye que sólo en la adoración el tiempo vuelve a su verdadera dimensión:

"No es que no hubiera tiempo, es que era tempo lento. [...]
Era un tiempo distinto. Tiempo de paraíso. [...]

La maldita manzana infundió la sospecha.
¿Y si el tiempo se acaba? ¿Y si la muerte acecha?
¿Y si el ancho camino poco a poco se estrecha?
¿Y si todo en el mundo tiene marcada fecha?

Saltó de pronto un muelle. Se había disparado
el tiempo. Ahora corría, escaso, acelerado.
El hombre no era rey, era esclavo marcado.
Si le faltaba el tiempo era un ser acabado.

Fue pecado dudar del libre don del tiempo. [...]
Fue pecado dudar de que el tiempo era un don. [...]
Si se rehace el tiempo es en la adoración".

Lorenzo Gomis, Libro de Adán y Eva, Endymion, Madrid 1991, pp. 20-21.

1 comentario:

Helena Faccia Serrano dijo...

The Soul's Superior instants
Occur to Her - alone
When friend - and Earth's occasions
Have infinite withdrawn -

Or She - Herself - ascended
To too remote a Height
For lower Recognition
Than Her Onmipotent -

This Mortal Abolition
Is seldom - but as fair
As Apparition - subject
To Autocratic Air -

Eternity's disclosure
To favorites - a few -
Of the Colossal substance
Of Immortality

(Emily Dickinson)

Lo siento, sólo tengo la versión inglesa e italiana. Te mando la primera. La autora nos dice que los mejores momentos del alma ocurren cuando está sola, lejos de las cosas mundanas, o a un nivel tan alto que no percibe lo que está por debajo del Omnipotente. Es una revelación que pocos tienen (¡cuán afortunados!) de la inmortalidad. Creo que para encontrar nuestra alma, nuestro verdadero ser, necesitamos alejarnos momentáneamente de las cosas del mundo y a un tiempo más pausado, para poder volver más tarde al mundo con su ritmo frenético y sus aspectos demasiado materiales, pero con la fortaleza interior que tantas veces nos falta. Recortar tiempo y espacio fuera de nuestro tiempo y espacio habituales para poder estar en adoración y sentir la inmortalidad, la gracia, - que tan pocos tienen -, para tender siempre hacia lo Alto.