lunes, 2 de marzo de 2009

A propósito de Mendelssohn

A propósito de Mendelssohn he leído una anécdota cuyo origen no he podido verificar, pero que resulta interesante:

"Un organista de una iglesia estaba practicando un día una pieza de Félix Mendelssohn, pero no lograba tocarla bien. Frustrado, recogió sus partituras y se dispuso a marcharse. No había advertido la presencia de un forastero que se había sentado en un banco de atrás.

Cuando el organista se dio la vuelta para irse, el forastero se le acercó y le preguntó si le permitiría tocar esa pieza. El organista respondió bruscamente que no era su costumbre dejar que otros tocaran el órgano. Finalmente, después de dos nuevas peticiones amables, el músico le dio permiso, aunque con evidente reticencia. El forastero se sentó ante el teclado y llenó el santuario de una hermosa e impecable música. Cuando terminó, el organista le preguntó: ¿Quién es usted? El hombre contestó: Soy Félix Mendelssohn. El organista por poco impide al creador de la pieza interpretar su propia música".

La lección es clara: igual que el obstinado y celoso organista, nosotros -disgustados y desesperanzados con frecuencia por nuestra mediocre interpretación- corremos el riesgo de impedirle al Creador mostrarnos la verdadera melodía de nuestra vida. Él es el compositor y sólo Él sabe cómo suena de verdad. ¡Dejemos que el Espíritu interprete en nosotros la hermosa partitura diseñada por Dios!

1 comentario:

Unknown dijo...

Muchas gracias por tu entrada y por tu comentario final, la verdad que es muy acertado, tengo experiencia de ello, cada dos por tres. Cuando soñamos como tiene que ser nuestra vida, tendría que tener esto y aquello, estar con esta persona o aquella, en el fondo, la vida solo se queda en eso, sueños, y poco a poco te vas entristeciendo. En cambio cuando dejamos que nuestra vida tienda al ideal, que es Cristo, a la belleza, al bien, todo, hasta la mas infinita tristeza puede tener su positividad y su bien.

Ruth