martes, 16 de diciembre de 2008

Los primeros pensamientos de Navidad

Una amiga mía me pide un texto sobre la Navidad. Hay muchos interesantes, y espero poder transcribir algunos. Por el momento señalo éste, de Edith Stein, que evoca -en el ambiente invernal de los días previos a la Navidad- la santa nostalgia y el anhelo de una felicidad que colme los corazones, expresado bellamente en la Liturgia:

«Cuando los días se hacen cada vez más cortos y comienzan a caer los primeros copos de nieve, entonces surgen tímida y calladamente los primeros pensamientos de la Navidad. Y de la sola palabra brota un encanto, ante el cual un corazón apenas puede resistirse. Incluso los fieles de otras confesiones y los no creyentes, para los cuales la vieja historia del Niño de Belén no significa nada, se preparan para esta fiesta pensando cómo pueden ellos encender aquí o allá un rayo de felicidad. Es como si un cálido torrente de amor se desbordase sobre toda la tierra con semanas y meses de anticipación. Una fiesta de amor y alegría, ésta es la estrella hacia la cual caminamos todos en los primeros meses del invierno. Para los cristianos, y en especial para los católicos, tiene un significado mayor. La estrella los conduce hasta el pesebre donde se encuentra el Niño que trae la paz a la tierra. El arte cristiano lo presenta ante nuestros ojos en numerosas y tiernas imágenes; y viejas melodías, en las cuales resuena todo el encanto de la infancia, nos cantan de él.

En el corazón del que vive en la Iglesia se despierta una santa nostalgia con las campanas del "Rorate" y los cánticos del Adviento; y en aquel en quien ha penetrado el inagotable manantial de la santa liturgia palpitan día a día las exhortaciones y promesas del Profeta de la Encarnación: "¡Caiga el rocío del cielo y que las nubes lluevan al justo! ¡El Señor está cerca! ¡Venid, adorémosle! ¡Ven, Señor, no tardes! ¡Alégrate Jerusalén, exulta de gozo porque viene tu Salvador!" Desde el 17 hasta el 24 de diciembre resuenan las solemnes antífonas "Oh" del Magnificat, cada vez más ansiosas y fervorosas: "He aquí que todo se ha cumplido"; y finalmente: "Hoy veréis que el Señor se acerca y mañana contemplaréis su gloria". Precisamente cuando al atardecer se encienden las velas del árbol y se intercambian los regalos, una nostalgia de insatisfacción nos impulsa hacia afuera, hacia el resplandor de otra luz, hasta que las campanas tocan a la Misa del Gallo y, "cuando todo permanece en profundo silencio", el misterio de la Navidad se renueva sobre los altares cubiertos de flores y de luces: "Y el verbo se hizo carne". Ésa es la hora de la plenitud».

Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), El Misterio de la Navidad.

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