sábado, 21 de marzo de 2009

La renuncia de José

Sigue comentando la mística suiza von Speyr:

"Para José las cosas son completamente distintas. El sí estaba sometido a la ley del pecado original y no podía desconocer la oposición existente entre el matrimonio y la virginidad. Para él los desposorios son el preludio de un matrimonio normal. Él es casto y justo; vive según la justicia de sus padres. Su castidad nada tiene que ver con la insípida impotencia que parecen atribuirle la mayoría de las imágenes. Cuando tenga que renunciar, lo hará con toda su hombría y -precisamente por esta renuncia- quedará reforzada su virilidad. La seriedad de su renuncia le dará fuerzas para permanecer fiel a su misión a lo largo de los años. María no tendrá a su lado a un hombre abatido, sino a un hombre que es plenamente consciente de su fuerza y la sacrifica con sencillez y generosidad. José acepta esta renuncia resuelta y vigorosamente, y la vivirá hasta el final en silencio. Todo está tan perfectamente decidido y asumido que nunca más será necesario hablar de ello".

Adrienne von Speyr, La Esclava del Señor, Encuentro 1991, p. 53.

Fecundidad corporal y virginidad consagrada

Comentando la relación esponsal y virginal entre María y José propone Adrienne von Speyr una reflexión muy interesante. En María -libre del pecado original- se realiza la armonía del designio originario del Creador, ella es esposa y virgen, virgen y madre:

"María vive más allá de esta alternativa; su decisión por el matrimonio no supone una decisión contra la virginidad; de la misma manera que su vida en el mundo no supone renunciar al estado de perfección. No reflexiona sobre la compatibilidad de estas dos cosas. Sólo tiene un proyecto y lo lleva a cabo sin rodeos, sin pausa, sin volver la vista atrás: cumplir perfectamente en todo la voluntad de Dios. Su vida es una línea totalmente recta que va desde la Inmaculada Concepción a los desposorios, al 'fiat' al ángel, al nacimiento y a la cruz. Con ello muestra que no está sometida a la ley del pecado original. Pues en el paraíso terrenal no habría habido dos estados mutuamente excluyentes. La fecundidad corporal no habría estado en contradicción con la virginidad consagrada a Dios (esta es la opinión de un gran número de Padres de la Iglesia y teólogos de la Edad Media). Al contrario: la fecundidad espiritual de los esposos en Dios habría sido tan grande, que habría sido también la condición y el punto de partida de la fecundidad corporal, y esto en modo alguno habría significado un atentado contra la integridad espiritual o corporal de la persona".

Adrienne von Speyr, La Esclava del Señor, Encuentro 1991, pp. 52-53.